martes, 29 de enero de 2008

Cuarta Jornada. ¡Nos vamos de Excursión! (I)



¡Qué poco se necesita para hacer una fiesta donde poco hay! Salir de excursión a las dunas es lo más parecido que ir con toda la familia (con toda la familia y con todos los amigos) a un parque de atracciones. Una vez más pudimos comprobar que en el flamante Land de Mifhidi todo cabe, es lo más parecido que he visto al bolso de Mary Poppims. Alfombras, garrafas de agua, víveres, ollas, los artilugios para el té y 19 personas eufóricas.

Antes hicimos una parada en el huerto que la Asociación de Extremadura, con ayuda de la Junta, está levantando a las afueras del Campamento. No sé si los resultados son los esperados, pero no me cabe duda de que es una demostración de que la solidaridad y la buena voluntad de unos pocos, a veces, prevalecen sobre los políticos cuyas acciones están tan alejadas de la realidad de sus pueblos.

Siento no poder contar los logros que, de forma minuciosa nos contaron los responsables del proyecto, pero la sonrisa picarona de Kory me alejó de estas explicaciones y preferí las que él me dio sobre su estrategia para entrar por las tardes, de forma clandestina al huerto y robar unas cuantas zanahorias. “Robar para comer no es robar y todo está más rico, pero ten cuidado de que no te pillen”, fue el único consejo que se me ocurrió darle.


De camino vimos un inmenso lago de agua cristalina en medio del desierto. Un espejismo ¡Una pena!.

Las dunas parecen estar vivas. La vida la da el viento del desierto, que las acaricias y las lleva donde él quiere.
Julia, con parte de la recría, en el mar de arena

Naku ¿Buscando el tesoro?

Rosa en buena compañía

Baño de arena

La duna se resiste a las hisparauis


La cima cuesta


Dos amiguinos
Salama, el cortador de leña

Naku posando

Salama, el intrépido




Naku, la intrépida


Naku y Julia, Julia y Naku

Nafic, el intrépido (para Sandra)




Lala, Naku y Julia

Kori, el de las zanahorias, posando

Kori (para Carmen y Jose)

Rosa en la cima

La familia de Ladis


Guadalupe posando

Náufragos en el mar de arena



Salama, el protector, siguiendo mis pasos

Salama posando

El que escribe

El viento del desierto nos obligó a comer dentro del flamante Land de Mihidi
Carne de camello, pan hecho en la arena y fruta (un lujo)
Halia
Naku

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para los saharauis,los honores y el respeto siguen un camino muy distinto al usual en el mundo capitalista.Cuanto más alto es el cargo de la persona, más generosa debe ser con los demás.El último,el huésped,ocupa el lugar máximo en esta escala de valores."Aquí rige algo que llamamos la ley del desierto,una reminiscencia de la cultura nómada.La tierra es de Dios, y aquí cabemos todos.El respeto a una persona se mide por su generosidad para con los demás"Así explica Saleh,un joven saharaui,la razón de la hospitalidad que caracteriza a su pueblo.